Abro un ojo y lo primero que escuchos del otro lado de la puerta son voces raras, como si hablaran algún otro dialecto indescifrable. Siento frío, mucho frío que me retiene en la cama más allá de las ganas que tengo de abrir la puerta y ver con qué me encuentro. No puedo saber que hora es, la luz entra por unos pocos ladrillos de vidrío traslúcido y no hay forma de ver siquiera la posición del sol.
A pesar de la confusión que genera la combinación de sueño y frío tomo fuerzas y pego un salto. Con los dos pies en el suelo agarro la misma ropa de todos los días, me la pongo y logro abrir la puerta.
En los sillones hay entre siete y diez seres humanos, creo, de rasgos muy diferentes que intentan comunicarse entre si. Me acerco, pero al frío y al sueño se le suma la diversidad de dialectos, haciendo que la confusión crezca e imposibilite la comunicación. Unas sonrisas amistosas sellan la situación.
Sigo camino hacia la puerta de salida. Gari abre el candado y saludando coordialmente, "¿Cómo estás Nico? Tenés la cara pegada a la almohada", abre las puertas.
Mucha luz, me encandila, doy unos pasos refregando los ojos y cuando por fin éstos se acostumbran al nuevo ambiente logro empezar a ver medio borroso como las casas, allá a lo lejos, se van comiendo a las montañas.
Camino por el empedrado desparejo, muy desparejo, casi tropezando entro por la puerta y despuès de unos segundos los colores, los olores y el griterío del mercado terminan despertándome. Muy amablemente me atiende la señora, la mi9sma de todos los días. Con sus vestidos coloridos y su simpatía me saca la segunda sonrisa del día y me llena una bolsa de frutas para el desayuno.
Emprendo la vuelta., cuesta arriba, cuesta y agita. Minibuses a toda velocidad no paran de hacer sonar sus bocinas, me aturden, me queman.
Apurando el paso por las calles de empedrado desparejo y fachadas coloridas, llego.
Los seres de los sillones se trasladaron a la cocina. Desayuno multitudinario, idiomas raros, intercambio.
Con la panza llena salgo al patio y pongo a punto a la negra para que salga con sus cuernos a torear las transitadas calles de La Paz.
Foticos varias
Asado en la terraza del Carretero, ahí nomás las montañas comidas por la ciudad
Al fondo el nevado, La Paz
Terrible mural en las afueras del nuevo anfiteatro de La Paz
Blanco y Negro
Fulbito nocturno, borroso e internacional en La Paz