Está fresco, bastante fresco, pero al abrir el cierre de la carpa los primeros rayos de sol ya empiezan a calentar. Ni hablar de Chori, el perro amigo, que se acerca moviendo la cola más rápido que cualquier otra cosa en este pueblo, y estrujándose de felicidad como si yo hubiera hecho algo para que eso pase; o las brazas de la caldera que quedan encendidas desde la noche anterior como cada mañana, y que con unos pocos soplidos y algo de leña encienden la llama que mantiene el agua caliente durante todo el día.
Chori cerca de la caldera, matando el frío de la mañana
Ya con las manos bien entradas en calor, es hora de apagar las luces que alumbraban de noche y que ahora con todo el día por delante y el sol pegando fuerte, no se llega a distinguir si están prendidas o apagadas.
Después, el desayuno. con el agua esperando a hervir con unas hojas de coca para el té y la tostadora secándose al fuego para tostar el pan medio duro, es momento de salir, abrir la puerta del lugar y deleitarse con el paisaje
(ver video) camino al almacen para comprar dulce de leche.
Paso por la plaza e intento comunicarme con unos escandinavos que hablan muy distinto, pero sin demasiado éxito. Sin dudas el target que tomó el hostel/camping desde que me encargo de invitar gente, pasó a ser de viajeros, hippies, artesanos, estudiantes, familias, empresarios o parejitas felices de vacaciones, pero queque hablen mi idioma. (igualmente ya en varias ocasiones logré intercambiar unas palabras y persuadir a simpáticos gringos a que se hospeden)
La plaza de Cafayate, todos los días paseamos por ahí en busca de nuevos huéspedes para el camping
Vuelvo y me encuentro con el agua casi evaporada y la tostadora pidiendo el cambio. Nada grave.
Preparo de nuevo el desayuno y me siento abajo de la parra ya sin uvas a tomar un té y charlar con los huéspedes que se van levantando y bostezando. Todos ,sin excepción, hacen comentarios sobre el buen clima del lugar.
El desayuno abajo de la parra
Igualmente hago memoria y pienso en lo que me decía ayer el amable joven salteño que no paraba de servirme ginebra atrás de esa barra, con los redondos como música de fondo durante toda la noche, en el bar de al lado del camping. Me contaba que Miriam, la dueña, se aprovechaba de los vaijeros. Suena fuerte, pero de hecho ella misma me decía que venía trabajando así ya hace tiempo porque le convenía.
Claro, ahí caí. Estoy trabajando todo el día, me está pagando solo el 20% de la ganancia diaria del camping (en un muy buen día me quedan para mi como mucho 25 pesos) y no me deja dormir en habitación porque dice que tienen que estar siempre listas para los huéspedes. ¡Eso es explotación! ¿Cómo no me puse a pensarlo antes? Trabajo todo el día, y cuando digo todo el día, es TODO EL DÍA. Está bien, es relajado y me gusta más que cualquier otro trabajo que haya tenido. Pero si no estuviera ahí metido, no habría nadie para atender a la gente que viene, por lo tanto la gente no se quedaría, por lo tanto Miriam no ganaría dinero. O sea que cierta responsabilidad tengo... (perdón, me puse a pensar en voz alta).
Acá, abajo de la parra, desayunando té con tostadas, acabo de decidir que me voy. No se si hoy o mañana, pero me voy a ir.
Eso es lo lindo de estar con la negra, cuando quiero, nos vamos. Ella está siempre dispuesta a salir a la ruta
REMUSEN GRAFIFOTOFICO
Mandarinas, levantarlas del piso para no pisarlas es parte del trabajo diario
Una casita en el medio de la montaña, camino a las 7 cascadas. Yo no fui
Pablo y Cata en sesión fotoebriáfica
Excursión nocturna a Animaná, un pueblo a 20 kms de Cafayate. Esta foto es en la "Iglesia" "Avandonada". No resultó ser una iglesia, ni estar abanonada. Eran como las 3 de la mañana y se veian luces encendidas.
Despedida de Sameena, Ger, Lucki, Sofi y Pablo
Cata pintando su mural, en una de las paredes del camping